POESÍA 1


Cosas transparentes

Allí está entonces, mi herida abierta,
ansiosa de perdón.
Viene con la edad como los puntos marrones
y el pelo plateado.
¿No debería la edad traer más que 
diferentes colores para adornar el cuerpo?
Creo que estaba determinada a hacerlo.
Simplemente se olvidó.
A la edad madura le sucede, sabías. 
Demasiadas cosas para recordar aquí. 
Ambos mundos demandando tanto, 
uno para aprender, otro para recordar.

¿No podemos ver al otro 
sin heridas que contienen pena?

Allí está, entonces, mi esperanza de que 
me encuentres y te apliques a ti misma
como una cataplasma a mis heridas. 
El resto de mí también está estéril
Esperando tu llegada
con velocidad extraída de motores poderosos
que gimen fuerte por un pie penetrante.
Presión hacia abajo
que no se detiene nunca aún cuando 
llega al piso.

Si hubiera silencio en estas aguas
mi herida bailaría abierta
y se separaría de todos los atacantes. 
Aún de este cuerpo. 
Te miraría
en la luz que queda huérfana, con pocos rasgos, 
y te llevaría a su lugar de penas. 
Te pediría que te recuestes junto a ella 
y digas adiós 
a las corrientes enrolladas que tiran 
para separarnos de nosotros mismos.
Tomaría tus manos, 
tan maestras en su sabiduría, 
tan conscientes de su gloria 
que desaparecería en el interior.
En el futuro, alguien, 
tal vez un amigo, 
leería la palma de tu mano y encontraría 
una línea pequeña que se desvía. 
Desligada al resto
de la simetría de tu palma.
Un fragmento solitario, diciendo adiós
a todo entre nosotros.

Allí está, entonces, mi oración para que tú
cierres esta herida
y dibujes las sombras alrededor nuestro.
Profunda, negra soledad envolviéndonos, 
del tipo que sólo se encuentra en cuevas
que han cerrado la luz para el crecimiento de cosas
delicadas, transparentes.